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#Tanzania

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En Tanzania, los/as DDH trabajan en un ambiente relativamente complejo, aunque en este país prevalece una cierta estabilidad, si se lo compara con los países vecinos en la Región de los Grandes Lagos de África. Con cierta regularidad se registran maneras sutiles de amenazas a los/as defensores/as de derechos humanos, especialmente durante la temporada de elecciones. Aquellos ocasionales ataques físicos perpetrados contra destacados defensores/as de derechos humanos que ocurrieron en el pasado nunca fueron investigados adecuadamente.

Los/as defensores/as de derechos humanos que trabajan en áreas de la periferia, lejos de Dar Es Salaam, la capital, se enfrentan a dificultades que van desde el constante hostigamiento policial, escaso acceso al financiamiento de los donantes y poca capacidad para articular una estrategia de defensa coherente. Las mujeres defensoras de derechos humanos que operan en estas áreas muchas veces reciben el contragolpe de la sociedad por haber documentado e incidido en cuestiones tales como la violencia doméstica o el matrimonio precoz. Asimismo, en algunas oportunidades, mujeres defensoras que trabajan en las áreas costeras swahili, incluyendo la isla de Zanzíbar (semiautónoma), donde predomina el Islam, fueron acusadas de blasfemia.

Las relaciones entre personas del mismo sexo están criminalizadas en Tanzania, y quienes son hallados culpables pueden ser condenados a hasta 30 años de cárcel. Por ello, y teniendo en cuenta lo extendido de la homofobia en este país, los/as defensores/as LGBT se ven forzados/as a mantener un perfil bajo y generalmente operan en forma clandestina. La práctica del pastoreo conduce a recurrentes enfrentamientos entre tribus en varias regiones de Tanzania; entre los/as DDH que más riesgo corren se cuentan quienes trabajan en esta temática.