Son tiempos difíciles, pero los defensores de derechos humanos son resilientes
(originalmente publicado por OpenGlobalRights)
No cabe duda de que estos son tiempos difíciles para los derechos humanos. En 2016, 281 defensores de derechos humanos fueron asesinados, y los autócratas están librando un ataque ideológico contra la idea misma de los derechos humanos. Sin embargo, en todos los países del mundo, los defensores de los derechos humanos continúan trabajando pacíficamente a favor de los derechos de los más vulnerables, a pesar de la difamación, las amenazas, las detenciones arbitrarias, la tortura y los asesinatos. La resiliencia y la eficacia del movimiento mundial de derechos humanos es lo que ha provocado la magnitud y la intensidad de la reacción en su contra. Los autócratas no estarían dedicando una enorme cantidad de recursos en un esfuerzo concertado por reprimir a los defensores de derechos humanos si estos fueran irrelevantes.
Por supuesto que hay una buena dosis de pesimismo circulando por los países occidentales, y Trump no es el único que le daría la razón a Putin. El año pasado, la BBC publicó un artículo que proclamaba el fin de los derechos humanos. Sin embargo, la mayoría de estos pesimistas viven en la burbuja occidental. El reciente artículo de David Forsythe expone algunas útiles críticas a los “miserabilistas”, pero también es importante entender el contraste entre el pensamiento dentro de la burbuja occidental y la realidad en el terreno. Aquellos que se concentran principalmente en las maquinaciones del Consejo de Derechos Humanos de la ONU o en el papel de Amnistía Internacional y Human Rights Watch corren el riesgo de perder de vista el panorama general sobre las luchas por los derechos humanos a nivel local. En gran parte del mundo, cada vez hay más personas que trabajan a favor de los derechos de la mujer, los derechos de la tierra, el medio ambiente, los derechos de las poblaciones indígenas y los derechos de la comunidad LGBTI, y sus voces se siguen elevando. También están celebrando logros, como la condena de los responsables de perpetrar esclavitud sexual como crimen de guerra en Guatemala, incluso cuando esos logros muchas veces se obtienen a cambio de un precio demasiado alto.
Por supuesto que hay que lamentar la duplicidad y la debilidad de los líderes occidentales en materia de derechos humanos. Trump y May demuestran su desprecio por los derechos humanos al satanizar al otro en la búsqueda de votos. Sin embargo, hace mucho tiempo que los defensores de derechos humanos en África, Asia y Latinoamérica dejaron de pensar que Occidente era un faro de integridad en cuestión de derechos humanos o que las Naciones Unidas los iban a librar de todo mal. Ellos saben que la lucha por los derechos humanos debe enfrentarse a los corruptos y los poderosos a nivel local y como agentes de los intereses occidentales o de otros intereses políticos y económicos. Ya se trate de la Unión Europea adulando a la brutal dictadura egipcia, de la corrupta aceptación de Arabia Saudita por parte del Reino Unido o de las inversiones occidentales en megaproyectos que destrozan el medio ambiente y las comunidades locales, los defensores de derechos humanos saben que tienen que depender de la fuerza de sus propias comunidades para resistirse.
Antes de ser asesinada el año pasado, la galardonada activista ambiental y de derechos humanos Berta Cáceres dijo: “No puedo caminar libremente en mi territorio o nadar en el río sagrado y estoy separada de mis hijos debido a las amenazas. No puedo vivir en paz; siempre estoy pensando que me van a asesinar o secuestrar. Pero me niego a exiliarme. Soy una luchadora de derechos humanos y no voy a abandonar esta lucha”.
Hay muchos defensores de derechos humanos en todo el mundo que viven con miedo y con pérdida, pero se niegan a rendirse; perseveran. Son nuestra mayor esperanza para un futuro mejor y las personas que trabajan a nivel nacional e internacional deben esforzarse más por apoyarlos y protegerlos. El último estudio de la Human Rights Funders Network (Red de Financiadores de Derechos Humanos) muestra que solo un 1 % de los fondos de la fundación llega a los defensores de derechos humanos y que menos del 1 % se destina a la seguridad y la resiliencia. Desde una perspectiva más política, la respuesta internacional a la represión de los defensores de derechos humanos en Rusia, Egipto y Burundi ha sido débil e ineficaz, y el vertiginoso aumento de la tasa de asesinatos de defensores de derechos humanos en Brasil, Colombia y Honduras ha dado pie a varias expresiones de angustia, pero no ha generado ningún esfuerzo serio por abordar el problema.
Cualquier análisis del estado de los derechos humanos en el mundo tiene que comenzar con quienes se encuentran en la primera línea de la lucha por los derechos humanos. ¿Cómo perseveran los defensores de los derechos de las mujeres en Irán a pesar de la represión brutal? ¿Cómo han podido los defensores de los derechos de las personas LGBTI en África obtener apoyo y alzar más la voz a pesar de la reacción negativa que enfrentan? ¿Qué se puede aprender de la lucha cada vez más violenta por los derechos de la tierra y los derechos de los pueblos indígenas en América? Un análisis de los derechos humanos mundiales basado en una comprensión de las luchas que libran los defensores en todo el mundo no estaría dominado por un alegre optimismo, pero reconocería los avances al igual que los desafíos.
Es verdaderamente irónico que los académicos y los periodistas occidentales se estén alistando para descartar a los derechos humanos justo cuando Putin, Xi Jinping y otros autócratas les rinden tributo con la magnitud de su inversión dedicada a aplastar a los resilientes movimientos de derechos humanos en sus países. La represión brutal de los defensores de derechos humanos ha tenido algunos éxitos a corto plazo, pero un poema citado en memoria de Liu Xiaobo transmite un importante mensaje: “Quieres enterrarlo / Ocultarlo en la tierra/ Pero se te olvida/ Que él es una semilla”.